Nos hemos vuelto expertos en economía y crisis.
Es tanto así, que hasta los niños y niñas han incorporado a su vocabulario la palabra crisis. Pero ya no es un concepto abstracto, sino algo que se concreta de formas muy concretas: Mi papá no trabaja; mi mamá no puede reparar su coche; mi abuelo nos ayuda en la despensa; mi hermano no va a la guardería; los reyes magos me trajeron menos juguetes, o más aún, antes vivía en una casa con papi y mami y ahora vivo en la casa de mis abuelitos...
Ya ves, yo también tengo un niño o una niña, como alguien que ahora es muy importante, que habló una vez...
Llegados a este punto, o los responsables de la economía, las empresas, las finanzas y los gobiernos hablan más claro y explican lo que pretenden hacer y solucionar el atolladero en que estamos metidos y abandonan su particular lenguaje político, o estaremos educando niños y niñas que en el futuro no otorgarán el menor crédito a la política, a las instituciones o a la democracia.
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