Con carácter general, el discurso político del ciudadano y la ciudadana es eminentemente emotivo e interpretativo. Por supuesto que las personas tenemos ideologías e ideas, opiniones y propuestas, y estas se generan a partir de las dadas por otros, como respuestas a las recibidas desde otras personas y estamentos. A partir de ellas manifestamos nuestras emociones de aceptación o rechazo, de confianza o incredulidad… Y a partir de ellas interpretamos lo que nos dicen a través de ejemplos concretos de situaciones que nos afectan a nuestra vida y a nuestro entorno cotidiano.
La debilidad surge y nos viene dada cuando pretendemos emular con nuestro discurso político aquel que hacen desde la política y desde los y las que se dedican a esto; o de los y las que están al frente de las instituciones… ¡! Ahí estamos perdidos ¡! Demasiada palabrería que magnifica lo excelente y empequeñecen los dramas. Decía acerca de esto el reconocido Mayor Zaragoza que así “nos tienen distraídos”. Nos hacen creer lo que no sucede y que no nos pasa lo que nos está afectando de lleno. Y terminamos queriendo creer… lo que el día a día nos dice que no puede ser.
En cierto modo, ésta es una de las causas del deterioro del discurso político que se genera desde la sociedad civil organizada a través de las asociaciones, las fundaciones y organizaciones sociales en general. Hemos elaborado un discurso político que pierde buena parte de las emociones y las interpretaciones ciudadanas y lo hemos aderezado con demasiadas emulsiones del discurso de los políticos y las políticas profesionales y responsables de las instituciones. Así nos ha ido, así hemos enmudecido y así nos va.
Opino que para recuperar nuestro papel de interlocutor activo y agente social favorecedor de la cohesión social y promotor de valores de justicia social, lo primero que debemos hacer es articular un discurso que interprete en calidad de ciudadanos y ciudadanas lo que está sucediendo y nos están transmitiendo y que sostenga las altas dosis de emociones que las personas ponemos a nuestras creencias, ideas, opiniones y propuestas.
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