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sábado, 12 de noviembre de 2011

Un año después

Hace un año que echó el cierre el Centro de Acogida para Refugiados de Mérida. Aún persisten en el recuerdo, como si fuera ayer mismo, los cientos de niños, mujeres y hombres que daban vida, espíritu y razón de ser a esas instalaciones. Fueron tantas nacionalidades, creencias y colores de piel que todas ellas encarnaban la razón de la solidaridad humana. Hay recuerdos también, dolor y desgarro, de todos los meses previos al cierre de las instalaciones y despido de los trabajadores. El edificio que albergó el Centro de Acogida permanece cerrado sin uso ni perspectiva.


¿Cuánto ha cambiado un año después?

Prácticamente ninguno de los trabajadores sobre los que recayó un ERE de extinción se ha incorporado a la vida activa y todos han perdido estabilidad laboral y participación profesional en proyectos de largo plazo… Sin duda, el tiempo transcurrido les ha permitido ganar experiencia y valorar las cosas con mejor medida y perspectiva, útil para reconocer mejor sus respectivos trabajos y logros comunes así como para valorar lo que realmente han perdido.

También ha cambiado la dirección nacional de CEAR. En la discreción de una Asamblea ordinaria, abandonaron sus cargos quienes tomaron la decisión del cierre del Centro. El tiempo ha constatado que solo la nefasta gestión y su manifiesta incapacidad directiva provocaron aquella decisión de cierre. La desconfianza en aquella dirección nacional fue en aumento tras comprobarse el uso de la deslealtad, la falsedad y las mentiras utilizadas contra los eslabones más débiles: los usuarios y los trabajadores voluntarios y remunerados.

En Mérida, los inmigrantes, solicitantes de asilo y refugiados, todos ellos personas y grupos naturales de la órbita de CEAR han ido desaparecido del espectro de la Entidad, debido tanto a la disminución de la población extranjera como por la incredulidad hacia la eficacia del recurso: No confían en que les resuelvan la integración social, o la debida atención jurídica, o el desarrollo de un itinerario de empleo. Han dejado de creer que realmente estén comprometidos con los problemas que los mantienen en situación de vulnerabilidad y en riesgo de exclusión social a la inmensa mayoría de los inmigrantes y refugiados.

Ya le queda poco a CEAR en Extremadura. La hemorragia ha sido tan fuerte que ni siquiera ayuda fundación CEAR, hoy rebautizada con el nombre Habitáfrica alidada a Solidaridad Internacional y absolutamente desligada de CEAR. La de CEAR Extremadura es hoy una delegación prácticamente sin futuro. La oficina de la calle Romero Leal ha sido puesta en venta. Sin opción de generar recursos propios, sin planes de trabajo y sin usuarios.

El Ayuntamiento aún adeuda dinero por la gestión de la Oficina Municipal de Atención al Inmigrante. La disminución del número de usuarios apenas alcanza la atención a un inmigrante cada día, aunque las estadísticas demuestren una visión distorsionada. Basta con mirar los expedientes abiertos y vivos para obtener una información relevante sobre el desorden documental y la calamitosa atención e ineficacia.

Leo y releo este escrito, pienso y repienso si es oportuno publicarlo. No se dejen engañar, la realidad es cruel, pero es esa. No hay futuro. El futuro pasa, por otros sitios.

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