Los pies de barro del crecimiento
El excesivo endeudamiento de familias y empresas alimentó una burbuja inmobiliaria que ha estallado y agravado la crisis.
En diez años, el Producto Interior Bruto (PIB) ha pasado de 629.000 millones de euros anuales a más de un billón, es decir, un 67% más. A un ritmo de crecimiento superior al de países de nuestro entorno, la renta per cápita aumentó un 43,8% y nos aproximamos al promedio europeo, incluso en 2006 y 2007 lo superamos en un 5%.
Y, sin embargo, nos creíamos mucho más ricos de lo que en verdad éramos. Nuestro despegue económico en los años previos a la crisis fue espectacular: crecimos de forma ininterrumpida durante más de una década, algunos llegaron a pensar que se habían acabado los ciclos económicos y el nivel de vida mejoró sustancialmente. Pero la base sobre la que se sustentaba la mayor parte de ese crecimiento era el endeudamiento. Hemos vivido una borrachera de crédito de la que ahora estamos padeciendo la resaca.
Imaginemos una persona que gana mil euros al mes pero que a base de créditos se compra una casa, un gran coche y no para de viajar y de comer en restaurantes de moda. No es difícil entender que esa situación no le puede durar mucho tiempo. Es lo que ha ocurrido con la economía española.
El milagro económico logrado por el Gobierno de Aznar del que presume el Partido Popular tenía los pies de barro. Se basó en un crecimiento de la deuda descomunal fundamentalmente a familias y empresas en aquel momento porque, con la entrada en el euro, los tipos de interés bajaron drásticamente y la eliminación del riesgo del tipo de cambio permitió financiarse en el exterior sin problemas.
Tan barato era endeudarse que, de hecho, entre 2003 y 2006, los tipos de interés reales (descontada la inflación) eran negativos. Es decir, que salía más rentable invertir con dinero ajeno que con el propio. El dinero barato con préstamos sin restricciones engordó una burbuja inmobiliaria que tardó mucho en pincharse y provocó también un aumento desordenado del consumo.
En aquellos momentos de vacas gordas debería haberse adoptado una política fiscal más restrictiva, subiendo impuestos para enfriar la economía y lograr superávit en las cuentas públicas. En vez de eso, Aznar bajó el IRPF especialmente para las rentas de capital, además de reducir el Impuesto sobre Sociedades. Zapatero continuó en esa línea y suprimió el Impuesto sobre el Patrimonio (recuperado ahora).
Además del dinero barato, España recibió una contribución importantísima de los fondos europeos, que representaron más de un 1% del PIB anual, y unos ingresos estratosféricos con las privatizaciones de las empresas públicas realizadas por Aznar, ingresos que ya no se van a volver a producir. Y, sin embargo, hasta el año 2005, con Pedro Solbes como ministro de Economía y Hacienda, no hubo superávit público.
Pero el barro no estaba sólo en el endeudamiento. Bruno Estrada, director de Estudios de la Fundación 1º de Mayo, señala que el patrón de crecimiento hasta que llegó la crisis se basó en un mercado de trabajo desregulado, con una productividad baja debido a la escasa dotación de capital que hacían las empresas. "Los países europeos crecían por un incremento de la productividad y nosotros lo hacíamos por un incremento del empleo de baja productividad: en la construcción, en el servicio doméstico", señala. Mientras en Estados Unidos el stock de capital creció el 201% y en Alemania, el 184%, en España sólo aumentó un 161% y la mayoría era capital no productivo porque se trataba de inversión en vivienda.
Ahora tenemos que corregir los desequilibrios: excesivo endeudamiento, absorción de la burbuja inmobiliaria, pérdida de competitividad, saneamiento de las entidades financieras. Y con otro modelo económico, que se sustente más en las exportaciones. En España, las ventas al exterior sólo representan el 17,7% del PIB, mientras que el promedio europeo es el 31,3%.
En la actualidad, la riqueza nacional ha pasado de crecer débilmente a estancarse en el tercer trimestre, según el avance del Banco de España, debido fundamentalmente a los recortes en la inversión y consumo públicos para reducir el déficit. Este débil crecimiento, que para muchos expertos anticipa una recaída en la recesión, puede imposibilitar lograr la recaudación suficiente para cumplir el objetivo de reducción del déficit en un círculo vicioso que se retroalimenta.
Por eso, cada vez más, voces autorizadas reclaman medidas de estímulo que permitan volver a crecer y crear empleo. Acompasar la reducción del déficit a un ritmo que permita aumentar el PIB. Entre esas voces se encuentra la del presidente de Estados Unidos. Parece que el recién estrenado presidente del BCE, Mario Draghi, ha escuchado y acaba de bajar un cuartillo los tipos de interés ante la preocupación por volver a caer en recesión. ¿Alguien más tiene oídos?
Un artículo de Amparo Estrada para Público
En diez años, el Producto Interior Bruto (PIB) ha pasado de 629.000 millones de euros anuales a más de un billón, es decir, un 67% más. A un ritmo de crecimiento superior al de países de nuestro entorno, la renta per cápita aumentó un 43,8% y nos aproximamos al promedio europeo, incluso en 2006 y 2007 lo superamos en un 5%.
Y, sin embargo, nos creíamos mucho más ricos de lo que en verdad éramos. Nuestro despegue económico en los años previos a la crisis fue espectacular: crecimos de forma ininterrumpida durante más de una década, algunos llegaron a pensar que se habían acabado los ciclos económicos y el nivel de vida mejoró sustancialmente. Pero la base sobre la que se sustentaba la mayor parte de ese crecimiento era el endeudamiento. Hemos vivido una borrachera de crédito de la que ahora estamos padeciendo la resaca.
Imaginemos una persona que gana mil euros al mes pero que a base de créditos se compra una casa, un gran coche y no para de viajar y de comer en restaurantes de moda. No es difícil entender que esa situación no le puede durar mucho tiempo. Es lo que ha ocurrido con la economía española.
El milagro económico logrado por el Gobierno de Aznar del que presume el Partido Popular tenía los pies de barro. Se basó en un crecimiento de la deuda descomunal fundamentalmente a familias y empresas en aquel momento porque, con la entrada en el euro, los tipos de interés bajaron drásticamente y la eliminación del riesgo del tipo de cambio permitió financiarse en el exterior sin problemas.
Tan barato era endeudarse que, de hecho, entre 2003 y 2006, los tipos de interés reales (descontada la inflación) eran negativos. Es decir, que salía más rentable invertir con dinero ajeno que con el propio. El dinero barato con préstamos sin restricciones engordó una burbuja inmobiliaria que tardó mucho en pincharse y provocó también un aumento desordenado del consumo.
En aquellos momentos de vacas gordas debería haberse adoptado una política fiscal más restrictiva, subiendo impuestos para enfriar la economía y lograr superávit en las cuentas públicas. En vez de eso, Aznar bajó el IRPF especialmente para las rentas de capital, además de reducir el Impuesto sobre Sociedades. Zapatero continuó en esa línea y suprimió el Impuesto sobre el Patrimonio (recuperado ahora).
Además del dinero barato, España recibió una contribución importantísima de los fondos europeos, que representaron más de un 1% del PIB anual, y unos ingresos estratosféricos con las privatizaciones de las empresas públicas realizadas por Aznar, ingresos que ya no se van a volver a producir. Y, sin embargo, hasta el año 2005, con Pedro Solbes como ministro de Economía y Hacienda, no hubo superávit público.
Pero el barro no estaba sólo en el endeudamiento. Bruno Estrada, director de Estudios de la Fundación 1º de Mayo, señala que el patrón de crecimiento hasta que llegó la crisis se basó en un mercado de trabajo desregulado, con una productividad baja debido a la escasa dotación de capital que hacían las empresas. "Los países europeos crecían por un incremento de la productividad y nosotros lo hacíamos por un incremento del empleo de baja productividad: en la construcción, en el servicio doméstico", señala. Mientras en Estados Unidos el stock de capital creció el 201% y en Alemania, el 184%, en España sólo aumentó un 161% y la mayoría era capital no productivo porque se trataba de inversión en vivienda.
Ahora tenemos que corregir los desequilibrios: excesivo endeudamiento, absorción de la burbuja inmobiliaria, pérdida de competitividad, saneamiento de las entidades financieras. Y con otro modelo económico, que se sustente más en las exportaciones. En España, las ventas al exterior sólo representan el 17,7% del PIB, mientras que el promedio europeo es el 31,3%.
En la actualidad, la riqueza nacional ha pasado de crecer débilmente a estancarse en el tercer trimestre, según el avance del Banco de España, debido fundamentalmente a los recortes en la inversión y consumo públicos para reducir el déficit. Este débil crecimiento, que para muchos expertos anticipa una recaída en la recesión, puede imposibilitar lograr la recaudación suficiente para cumplir el objetivo de reducción del déficit en un círculo vicioso que se retroalimenta.
Por eso, cada vez más, voces autorizadas reclaman medidas de estímulo que permitan volver a crecer y crear empleo. Acompasar la reducción del déficit a un ritmo que permita aumentar el PIB. Entre esas voces se encuentra la del presidente de Estados Unidos. Parece que el recién estrenado presidente del BCE, Mario Draghi, ha escuchado y acaba de bajar un cuartillo los tipos de interés ante la preocupación por volver a caer en recesión. ¿Alguien más tiene oídos?
Un artículo de Amparo Estrada para Público
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