De la caída de Berlusconi me gustaría destacar dos cosas:
La primera es cómo ha caído. No ha sido en unas elecciones, por no obtener el voto de los electores. No ha sido porque no ha conseguido renovar las coaliciones políticas que lo sustentaban. No ha sido porque los tribunales le hayan condenado por alguna de las causas abiertas contra él.
Ha sido porque especuladores "anónimos", al frente de mercados financieros globalizados, han generado una insoportable carga de tensión económica contra Italia pidiendo la cabeza de Berlusconi. Y han conseguido en dos semanas lo que las instituciones democráticas italianas no han conseguido en años.
Tomemos buena nota de cuán vulnerable pueden llegar a ser las democracias frente al capitalismo especulativo. O dicho de otra manera, este Capitalismo necesita democracias débiles y gobiernos débiles.
La segunda cosa que quiero destacar es qué modelo de gobernante ha caído.
En lo que llevamos de década del siglo XXI, la distancia entre ciudadanía y clase política está siendo tan grande que han tomado fuerza los presidencialismos por encima de las instituciones democráticas. Esto no tiene que ver con liderazgo, sino con formas de gobernar y hacer política. Son formas de caudillismo por encima de las instituciones.
En apariencia, podríamos decir que hay grandes distancias entre Berlusconi y Putin, o entre Sarkozy o Hugo Chaves. Las hay por la diferencia entre las sociedades nacionales que los sustentan. No está igualmente cohesionada la sociedad italiana que la rusa o la francesa respecto de la venezolana. Tampoco están igualmente consagrados e independientes los poderes democráticos entre unos países y otros. Ni la corrupción social es la misma. Estas diferencias son las que permiten considerar a unos como presidencialistas y a otros como pseudo-dictadores.
Pero, las formas personales de ejercer la política son similares. Suscribo esta forma de explicarlo: "Berlusconi es la política hecha espectáculo, provocando con ello la alienación social, cultural y naturalmente política. Convierten la política en un servicio de los intereses personales más depravados y corruptos. La política como expresión de los intereses individuales en contra de cualquier avance social colectivo y general" (1).
Me alegro que haya caído Berlusconi, ahora entramos en una nueva dimensión: la de los "gobiernos técnicos". Otro eufemismo más de la política actual para definir a aquellos gobiernos no elegidos en las urnas y puestos para contentar a los mercados financieros, profundamente desideologizados, absolutamente carentes de proyectos de estado, y afines a aplicar cuantas medidas sean necesarias para "tranquilizar" los vaivenes de los especuladores financieros.
Mariao Rajoy, pese a ser un político de larga trayectoria enraizado en una ideología postfranquista, responde también a un híbrido a la hispana entre marketing político y "gobierno técnico". De los meses precedentes y de su campaña electoral no se puede desprender otra cosa.
Su mensaje responde fielmente a los mercados especulativos. Persistirá en la idea que se ha instalado en España (y en muchos otros países) en los últimos quince años. Persistirá en la idea de hacer creer que Bienestar es Consumir; que Estado de Bienestar es Sociedad de Consumo. Y no nos engañemos, el primero es protección y el segundo endeudamiento. Para sostener al primero hay que dar fuerza a los Estados; mientras que para propiciar el segundo hay que desregular y aligerar la intervención de los Estados. Son caminos diametralmente opuestos.
(1) Son palabras escritas por Marco Marchioni.
La primera es cómo ha caído. No ha sido en unas elecciones, por no obtener el voto de los electores. No ha sido porque no ha conseguido renovar las coaliciones políticas que lo sustentaban. No ha sido porque los tribunales le hayan condenado por alguna de las causas abiertas contra él.
Ha sido porque especuladores "anónimos", al frente de mercados financieros globalizados, han generado una insoportable carga de tensión económica contra Italia pidiendo la cabeza de Berlusconi. Y han conseguido en dos semanas lo que las instituciones democráticas italianas no han conseguido en años.
Tomemos buena nota de cuán vulnerable pueden llegar a ser las democracias frente al capitalismo especulativo. O dicho de otra manera, este Capitalismo necesita democracias débiles y gobiernos débiles.
La segunda cosa que quiero destacar es qué modelo de gobernante ha caído.
En lo que llevamos de década del siglo XXI, la distancia entre ciudadanía y clase política está siendo tan grande que han tomado fuerza los presidencialismos por encima de las instituciones democráticas. Esto no tiene que ver con liderazgo, sino con formas de gobernar y hacer política. Son formas de caudillismo por encima de las instituciones.
En apariencia, podríamos decir que hay grandes distancias entre Berlusconi y Putin, o entre Sarkozy o Hugo Chaves. Las hay por la diferencia entre las sociedades nacionales que los sustentan. No está igualmente cohesionada la sociedad italiana que la rusa o la francesa respecto de la venezolana. Tampoco están igualmente consagrados e independientes los poderes democráticos entre unos países y otros. Ni la corrupción social es la misma. Estas diferencias son las que permiten considerar a unos como presidencialistas y a otros como pseudo-dictadores.
Pero, las formas personales de ejercer la política son similares. Suscribo esta forma de explicarlo: "Berlusconi es la política hecha espectáculo, provocando con ello la alienación social, cultural y naturalmente política. Convierten la política en un servicio de los intereses personales más depravados y corruptos. La política como expresión de los intereses individuales en contra de cualquier avance social colectivo y general" (1).
Me alegro que haya caído Berlusconi, ahora entramos en una nueva dimensión: la de los "gobiernos técnicos". Otro eufemismo más de la política actual para definir a aquellos gobiernos no elegidos en las urnas y puestos para contentar a los mercados financieros, profundamente desideologizados, absolutamente carentes de proyectos de estado, y afines a aplicar cuantas medidas sean necesarias para "tranquilizar" los vaivenes de los especuladores financieros.
Mariao Rajoy, pese a ser un político de larga trayectoria enraizado en una ideología postfranquista, responde también a un híbrido a la hispana entre marketing político y "gobierno técnico". De los meses precedentes y de su campaña electoral no se puede desprender otra cosa.
Su mensaje responde fielmente a los mercados especulativos. Persistirá en la idea que se ha instalado en España (y en muchos otros países) en los últimos quince años. Persistirá en la idea de hacer creer que Bienestar es Consumir; que Estado de Bienestar es Sociedad de Consumo. Y no nos engañemos, el primero es protección y el segundo endeudamiento. Para sostener al primero hay que dar fuerza a los Estados; mientras que para propiciar el segundo hay que desregular y aligerar la intervención de los Estados. Son caminos diametralmente opuestos.
(1) Son palabras escritas por Marco Marchioni.
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