Todos los aspectos relacionados con los jóvenes están en el punto de mira de las decisiones políticas: Una nueva ley de educación, las tasas universitarias, las notas exigidas para acceder a una beca, o los incentivos y estímulos que favorezcan el empleo juvenil, la opción de trabajar fuera de España y el emprendimiento de los jóvenes. Y no entremos en la emancipación o el acceso a una vivienda...
No necesitamos entrar en análisis rigurosos educativos, económicos y laborales para poder afirmar con rotundidad que la peor parte del drama cotidiano de la falta de empleo se la lleva la población joven, en la que más del 60% busca un trabajo en un contexto que suma a las dificultades de acceder al primer empleo la altísima temporalidad de los contratos, los bajos salarios y las consecuencias del abaratamiento de los despidos de aquellos que han trabajado.
De esta situación no se libran, ni mucho menos, los jóvenes con mayor formación. Muchos de los licenciados universitarios trabajan en empleos poco relacionados con su especialización, empleos que en la mayoría de los casos, ni siquiera requieren una cualificación superior.
La realidad es inexorable, y ante ella, nos surgen preguntas: ¿Existe esa "Generación Perdida", de la que tanto se escucha hablar últimamente en los medios de comunicación, que no será capaz de encontrar su lugar en el mercado laboral? ¿La conformarán aquellos que ante el auge del trabajo inmobiliario no terminaron sus estudios obligatorios, o serán, más bien, los jóvenes que ante la precaria situación económica no se pueden permitir el coste de la carrera universitaria? ¿Y si el problema que hoy atañe a la juventud no fuera más que un reflejo aumentado de los problemas a los que se va a enfrentar el resto de la sociedad?
Precarización, temporalidad y flexibilización son indicadores ineludibles que pretenden cambiar el modelo de trabajo dentro del actual modelo económico, algo que va a sufrir enteramente la juventud que actualmente se está formando para entrar en el mercado laboral, y por supuesto, la juventud que se encuentra en estado de desempleo.
Las nefastas consecuencias del paro juvenil son muchas, y muy profundas: Se modifica el modelo de familia, ven imposible la emancipación del hogar paterno y las parejas retrasan la decisión de tener hijos. Todo esto genera una frustración enorme en los jóvenes, que después de formarse, no consiguen encontrar su lugar en una sociedad incapaz de ofrecer alternativas. Este frustración es en sí misma muy peligrosa pues está demostrado que aumenta los índices de enfermedades mentales, e incluso los de violencia y drogodependencia.
De aceptar como cierta la posibilidad de que exista esa Generación Perdida, ¿Quiénes serían sus responsables?
Una cosa está clara, si parte de la juventud no logra encontrar su espacio en el mercado laboral, si se excluye del sistema a un grupo activo de la población, veremos en los próximos años un aumento enorme de la conflictividad social, algo que ya está ocurriendo, y que se pretende solucionar con porras y gases lacrimógenos, intentando ocultar el fracaso del sistema económico impuesto. Sea como sea, la juventud que hoy está condenada al paro será la que decidirá el devenir de la Sociedad.
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