Hasta ahi todo bien. Debo agradecer a mi amigo que se acuerde de mí y que me haya incluido en su lista de correos donde reenviar lo que él recibe. Entiendo que es su forma de hacerme presente en su vida y la de él en la mía. Todo tiene su lado positivo ¿verdad?
Pero la gracia termina cuando por despiste (o por analfabetismo tecnológico) figuran los correos de procedencia de todos estos mails... así como las horas de envío. Y lamentablemente, entre esos remitentes hay una considerable multitud que proceden de todas las administraciones públicas, y generalizo porque no hay excepción, ya sea ministerio o consejería o ayuntamiento, así como están todas las empresas públicas o privadas que realizan servicio público..., por no decir las horas de envio y reenvío de los correos: las que supuestamente son de mayor actividad. Ahora entiendo los corrillos en torno a algunas mesas en algunas oficinas públicas. Es una vergüenza. Afortunadamente dicen que la aplicación en auge, whatsapp, cambiará esta forma de suministrar humor.
Y ¿sabes lo peor? que se sienten bien haciendo eso. No se me ocurre ninguna forma saludable de terminar con esta lacra laboral.
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