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sábado, 10 de octubre de 2015

Salud Mental en Extremadura

En el discurso de investidura del 1 de julio, el Presidente de la Junta, Guillermo Fernández Vara se comprometió a dedicar "especial atención a los enfermos crónicos... Y a la Salud Mental, que llegó más tarde y precisa ahora mayor esfuerzo". 


Fue una breve referencia con un gran trasfondo. La historia del SIstema Sanitario de Salud Mental en Extremadura se inició en 1843 con la popularmente conocida “Casa de los locos de Mérida”. Quién iba a decir que con el paso de los años se convertiría en el Parador Nacional de Turismo de la ciudad. Mucho tiempo después, en 1975, comenzaron a funcionar tanto el Hospital Psiquiátrico de Mérida como el de Plasencia, ambos alejados varios Kilómetros de los núcleos urbanos, porque entonces imperaba el Modelo de Asistencia a la Salud Mental donde los manicomios y posteriormente llamados psiquiátricos eran establecimientos cerrados y separados de toda vida social, para reeducar, controlar, castigar o curar a unas personas recluidas que se volvían dependientes de esos hospitales y tenían una clara incapacidad para vivir fuera de ellos.

La llegada del siglo XXI supuso un salto importante para la salud mental de Extremadura, con la puesta en marcha de una pequeña red de recursos en el seno de la Comunidad. Se inició así un proceso de Reforma psiquiátrica, aún no finalizado, en el que actualmente conviven dos modelos de atención, el de las instituciones cerradas de los Hospitales Psiquiátricos, hoy llamados Centros Sociosanitarios, y el Modelo representado por la red de recursos abiertos y Comunitarios.

Una de cada cuatro personas padece alguna enfermedad mental a lo largo de su vida, y el 9% de la población española tiene actualmente un trastorno mental. La ansiedad, la depresión, la anorexia o la esquizofrenia son comunes y están muy cercanas. Pueden afectar a una hermana, a una madre, a un amigo, a un compañero de trabajo o a uno mismo. Enfermedades que afectan también a una parte de la población adolescente, de la que una buena parte no recibe la atención adecuada, causado por la conciencia del estigma y el miedo al rechazo de su grupo de iguales. Las enfermedades mentales suponen el 40% de las enfermedades crónicas con un impacto en la calidad de vida superior al otras como la artritis, la diabetes o las enfermedades cardíacas y respiratorias.

Más de la mitad de las personas que necesitan tratamiento no lo reciben y de las que están en tratamiento, un porcentaje significativo no recibe el adecuado. Gran parte de ellas ni siquiera están incluidas en el sistema sanitario y la incidencia de abandono es alta. Hoy las familias siguen haciéndose cargo de aquello que el sistema sanitario debería atender pero no hace, generando sobrecarga y pérdida de calidad de vida. La prescripción de medicamentos es en ocasiones sobredimensionada en detrimento de otros pilares del tratamiento integral como la psicoterapia, la rehabilitación psicosocial y laboral.

Mientras el conocimiento científico avanza, la sociedad sigue anclada en estereotipos que producen discriminación, actitudes crueles de marginación y desprecio. Más de la mitad de la población confunde enfermedad mental con retraso mental. Existen estereotipos “de peligrosidad” asociados. Este estigma social es una carga añadida de angustia y desamparo en la persona que la padece. Problemas de salud mental que se viven en el silencio, a menudo provocado por el miedo, la vergüenza o la incomprensión. Las enfermedades mentales se pueden tratar y conseguir la curación total o permitir el desarrollo de una vida plena en la mayoría de casos.

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