Hoy se celebra el Día Internacional del Voluntariado, día dedicado al reconocimiento de la labor filantrópica, altruista y generosa que decenas de miles de personas realizan, de forma anónima y directa, a favor de otras personas y a favor de causas solidarias. La reflexión que traigo es sobre el Voluntariado Social y los retos que tiene planteados hoy y en los próximos años.
Porque no es lo mismo ejercer el voluntariado en una fase económica y social expansiva a cómo se ejerce en este periodo recesivo que llevamos sufriendo en los últimos seis años. Esta grave crisis no sólo está marcando la hora económica y política, sino que, y cada vez es más notorio, también está marcando la hora social. Lo que notamos es que de la crisis social estamos hablando como efecto grave, aunque menor, de lo que se considera “la” crisis. Pero cada vez es más patente que no es así. Sin duda porque está dejando a muchas personas en una situación realmente precaria, o más aún, con graves o muy graves efectos en su propio proceso vital. Sin duda porque los efectos no son sólo en el empleo, sino que alcanza a los derechos sociales como la salud, la educación, los sistemas de protección, los servicios sociales y las pensiones y además haciéndolo de forma preocupante. Sólo por esto la crisis social no puede ser considera da como un aspecto “menor” o de segundo plano en el conjunto de las crisis que estamos sufriendo.
Desde las organizaciones sociales venimos insistiendo que debemos tomar conciencia que no estamos simplemente en un “impasse” social, en un “mientras tanto” no se vuelva a retomar el crecimiento económico, momento en el que reponer/reparar los efectos sociales negativos generados. Al puerto al que llegaremos tras esta más que incierta navegación, cuando retomemos el crecimiento del PIB, no será el que dejamos cuando se inició la crisis.
¿Qué está pasando en lo social, en la sociedad como espacio cívico? Observamos como desaparecen algunas organizaciones del Sector Social entre las que se incluyen grupos, proyectos y empresas que están vinculadas y relacionadas a las expresiones y realizaciones sociales solidarias. Y paradójicamente, a la vez, aparecen otras expresiones sociales que la propia crisis ha espoleado, generando iniciativas solidarias de muy diverso signo, desde las que buscan apoyar a los que han sufrido las consecuencias directas de la crisis, hasta las que están ideando, impulsando, creando nuevas expresiones asociativas, solidarias, de apoyo mutuo, y alternativas. Cabe preguntarse ¿qué sociedad se está generando aquí y ahora, que verá la luz a lo largo de este proceso?
El voluntariado, en tanto actor de la Sociedad civil, afronta problemas de gran calado como son la falta de cohesión social, el incierto futuro del estado del bienestar, el declive del compromiso cívico, y la desigualdad social. Ante estos problemas, muchas veces se presenta el voluntariado como un activo que genera participación, compromiso y democracia. Quienes se dedican al voluntariado aseveran que la gestión de la crisis está generando un grave proceso de deterioro en las personas y en el conjunto de la población. Advierten que de una crisis como ésta no se está saliendo sólo con pérdida de recursos que alcanzan a bienes o necesidades básicas y con pérdida de derechos, sino también, y de forma radical, se está saliendo con pérdida de vínculos sociales, de tejido social, en definitiva de las bases de la cohesión social.
Por tanto, no es en vano que el voluntariado se pregunte por todo ello: ¿Será el voluntariado el que supla y en qué condiciones los déficits del Estado?, ¿quedará lo social fuera de su campo de acción, ahora ocupado por el nuevo actor privado lucrativo? Los retos que el voluntariado tiene generan un horizonte de incierto desenlace.
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