Ley de emprendedores

Mis primeras líneas son de loa a todo progreso legislativo que apoye el emprendimiento: como cultura, como fomento del autoempleo y las iniciativas empresariales, proceso que focalice la inversión productiva y la generación de empleo, y proceso que simplifique la creación de empresas. Una primera lectura de la propuesta del Gobierno Rajoy creo que va en ese sentido. Otra cosa es que cree el suficiente empleo masivo para contrarrestar los millones de desempleados (no voy a entrar aquí ahora en ese debate).

Aún así, salta la alerta. ¿Será esta ley de emprendedores el último eslabón y paso para la definitiva flexibilidad y precarización laboral? Son las primeras reflexiones a viva voz. El tiempo y el efecto que cause en la destrucción de empleo por cuenta ajena y su reconversión en empleo por cuenta propia darán la razón (o no) a esta alerta. 

En el momento actual, las empresas que cuenten con empleados tienen una necesidad de aligerar sus costes más pesados: los correspondientes a personal. Viene justificado por las dificultades de acceso a la financiación y crédito, así como a la caída de las ventas y del consumo. El dinero no circula, y ante estas limitaciones se ven obligadas a concentrar sus recursos. La reforma laboral ha permitido un abaratamiento del despido o la flexibilización de las condiciones de trabajo y un nuevo marco de relaciones laborales (convenios empresa-trabajador). Faltaba la segunda parte, la opción de mantener una vinculación flexible con aquellos trabajadores que, previamente despedidos, puedan seguir sustanciando el trabajo que han desempeñado mediante un nuevo marco de relación profesional. Y aquí entra en juego la Ley de emprendedores. 

¿Quién gana, quién pierde? Se dan facilidades al emprendedor: Bajo coste de la cotización a la seguridad social, mantenimiento de la protección por desempleo tanto al inicio de la actividad emprendedora y también si el emprendimiento sale mal y más facilidad a la capitalización del desempleo si fuese necesario. A priori, el trabajador despedido o desempleado no pierde (salvo la estabilidad laboral por cuenta ajena). 

Ahora veámoslo desde la perspectiva del empresario: ¿Cuántos puestos de trabajo pueden ser externalizados? Todos aquellos que no estén directamente vinculados en la cadena productiva y todos aquellos que se ejerzan fuera de la sede de la empresa. Por ejemplo: pueden ser externalizados y convertidos en servicios profesionales los de administración, distribución, comerciales. ¿Qué gana? Ahorro de costes laborales y de la seguridad social. 

Esto no es nuevo, solo hay que fijarse en los centenares de distribuidores y comerciales que mantiene una relación “mercantil” y “profesional exclusiva” con una sola empresa. Distribuidores de telecomunicaciones, de alimentación, de paquetería y mensajería, o los miles de comerciales de telecomunicaciones, de seguros… Incluso las administraciones públicas tienen relaciones de este tipo con profesionales que se dedican a trabajar en un solo “encargo” y un “único cliente”, en definitiva, a trabajar exclusivamente para la Administración.

¿La Ley de Emprendedores será un avance hacia el precariado? Una definición de precariado aceptada es la referida a la clase de desempleados y trabajadores que se encuentran en situación de precariedad prolongada por su bajo nivel de ingresos y por la incertidumbre sobre su futuro laboral. El precariado está evolucionando, ampliándose peligrosamente, pues si en un principio se aplicaba casi exclusivamente a personas sin formación, hoy uno de los grupos más visibles de esta nueva clase es el de los titulados universitarios sin trabajo, con empleos que no requieren excesiva cualificación o con empleos auxiliares para la actividad de las empresas.

Dejemos que pase el tiempo y veamos los resultados.