En 1977, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas proclamó el 8 de marzo como Día Internacional por los Derechos de la Mujer. Conmemora la lucha de la mujer por su participación, en pie de igualdad con el hombre, en la sociedad y en su desarrollo íntegro como persona. La primera convocatoria tuvo lugar en 1911 en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza. A lo largo del siglo XX una dimensión mundial para las mujeres del mundo extendiéndose su conmemoración, desde entonces, a numerosos países.
El movimiento internacional en defensa de los derechos de la mujer es creciente y pretende que sea un punto de convergencia de las actividades coordinadas en favor de los derechos de la mujer y su participación en la vida política y económica.
En Extremadura las mujeres son mayoría del total de la población. Y si son mayoría, es absurdo hablar del colectivo de mujeres, o del grupo de mujeres. Y resulta obvio que nos ocupemos de los derechos de la mayoría, de los derechos de la mujer y su participación en la vida social, política y económica.
Hace una semana, la Comisión Europea ha informado de que entre los Veintisiete países miembros subsiste una brecha salarial. Las mujeres percibimos un 16,2 % menos que los hombres según las cifras publicadas por la agencia de estadísticas comunitaria Eurostat. En el caso de España, la brecha se situó exactamente en el mismo nivel que la media de los países miembros de la UE.
La igualdad salarial nos recuerda las condiciones de desigualdad a las que las mujeres tienen que hacer frente aún en el mercado laboral. Aunque la brecha se ha reducido en los últimos años, no hay motivos para la celebración puesto que la diferencia salarial es aún muy grande y gran parte del cambio se debe a una reducción en el sueldo de los hombres más que a un aumento del de las mujeres.
Además de llamar la atención sobre la diferencia persistente, la Unión Europea busca encontrar fórmulas para acabar con ella, así como involucrar a las empresas en el cambio.
Más allá de la igualdad salarial, las mujeres necesitamos seguir ocupando espacios en los consejos de administración de las empresas, necesitamos ocupar un sitio en igualdad en los puestos directivos, necesitamos la eliminación del género en la descripción de puestos de trabajo, seguimos necesitando que sea posible una conciliación efectiva entre vida privada familiar y la actividad laboral, y las mujeres seguimos siendo víctimas de contratos más precarios respecto de nuestros pares los hombres.
Pese a la existencia de leyes de igualdad, pese a las actuaciones de promoción de la mujer que son llevas a cabo desde las instituciones públicas, la sociedad y la cultura occidental europea sigue construida bajo parámetros masculinizados. Se ha avanzo mucho a favor de nosotras las mujeres.
Hoy he sentido el privilegio de emplear el género femenino para hacer esta crónica. Si se ha extrañado por eso, imagínese cómo podemos sentirnos todas cuando durante siglos solamente se ha empleado el género masculino. Es solo un ejemplo de que siguen existiendo muchas cosas que cambiar.
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