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viernes, 22 de febrero de 2013

Demasiado

Dejo huella de unos cuantos párrafos del artículo "Demasiado pasado" de Josep Ramoneda, respecto del discurso que Rajoy hizo el debate del estado de la nación, según su autor con un solo objetivo: levantar la moral de su tropa.

El paro, las desigualdades y la vivienda son los tres principales problemas sociales de este país. La combinación del paro con el endeudamiento hipotecario es explosiva, conduce directamente a la exclusión y a la marginación social. Las desigualdades están abriendo un agujero en la sociedad que diluye cualquier idea de comunidad o proyecto compartido: cada uno a lo suyo y sálvese quien pueda.

Estamos hablando de cuestiones que afectan dramáticamente a la vida de las personas y que alejan cualquier idea de justicia y equidad, que son las bases de una sociedad civilizada y democrática.

El derecho a la vivienda digna, que figura en la Constitución, es papel mojado. Los desahucios han provocado la mayor movilización social desde que empezó la crisis. El Gobierno despacha la cuestión con una frase de rechazo rotundo de la dación en pago. 

El electorado que apoyó a Rajoy tiene diferentes niveles. El primer círculo son los cuadros y la militancia; a ellos, desorientados por el caso Bárcenas, iba dirigido el grueso del discurso: estoy aquí para cuatro años y no pienso dejarlo. El segundo círculo es el de los electores fieles, los que todavía no han sentido la llamada de la fuga, entre otras cosas porque no saben adónde largarse. El uso verbal del pasado que hizo el presidente, como si lo peor hubiese quedado atrás, en flagrante contradicción con los seis millones de parados a los que se refirió en sus primeras palabras, tenía como objetivo despertar algún recodo de esperanza en ellos. Del tercer círculo, los que frustrados por el incumplimiento de las promesas expresan su irritación en las encuestas, ni se preocupó. Si las cosas mejoran, ya volverán. 

El resto de la ciudadanía ni siquiera entraba en su campo de visión. 

Uno de los síntomas que avisan de la pérdida del sentido de la realidad de los políticos es que disfrutan como niños con sus propias ocurrencias. PP y PSOE tienen un interés común: la defensa del régimen bipartidista que han protagonizado estos años y que ahora está dando señales de estar gripado. Por eso el debate del estado de la nación ha sonado a antiguo y alejado de la realidad. 

La ciudadanía espera que las cosas se muevan, y la política les ofrece un debate de los de siempre. El país cambia, el régimen permanece.

Fuente: El País.

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