Artículo de Javier Sánchez Castro, responsable de Comunicación Fundación Luis Vives (www.fundacionluisvives.org). Publicado en Executive Excellence nº83 jul/ago11. Fuente
Los emprendedores sociales no quedan satisfechos ni dando un pescado a alguien ni enseñándole a pescar. Son personas que no van a descansar hasta haber revolucionado por completo la industria de la pesca”.
La frase pertenece al estadounidense William Drayton, presidente de la Fundación Ashoka, cuya trayectoria fue distinguida el pasado 8 de junio con el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación. El jurado de los premios reconocía así la labor de proselitismo de Drayton en favor de los llamados “emprendedores sociales”, término que él mismo acuñó en 1972. El fallo destacaba como novedad y valor añadido el hecho de que Drayton no solo apoye a las personas en sus proyectos sino que base dicho apoyo en criterios de sostenibilidad económica, lo que nos pone sobre la pista de qué es el emprendimiento social.
Con su labor al frente de Ashoka, Drayton dio una vuelta de tuerca al concepto tradicional de intervención social introduciendo una variable empresarial. Para él, los emprendedores sociales son personas individuales que ofrecen soluciones innovadoras a alguno de los problemas sociales más acuciantes. Es decir, personas que persiguen un fin social pero que utilizan métodos asociados tradicionalmente al mundo de la empresa para lograr dicho objetivo.
Uno de los emprendedores sociales que ha alcanzado un mayor reconocimiento es el bengalí Muhammad Yunus, también conocido como “el banquero de los pobres”. En un país como Bangladesh, uno de los más pobres del mundo, una práctica extendida es la del préstamo de dinero por parte de poderosos terratenientes a personas con escasos recursos económicos. Frecuentemente, esos préstamos se conceden con cláusulas abusivas que incluyen intereses desproporcionados y contraprestaciones de todo tipo, lo que provoca situaciones de dependencia para las personas que solicitan el crédito respecto de las que se lo otorgan. En este contexto, Yunus creó en 1976 el Banco Grameen, con el que ya ha apoyado a siete millones y medio de personas a través de un sistema de microcréditos que permite que los beneficiarios, en su mayoría residentes en zonas rurales, impulsen actividades económicas independientes y creativas. Contra todo pronóstico, el sistema de Yunus ha demostrado ser, no solo valioso socialmente, sino también rentable económicamente y ha sido replicado en todo el mundo. En 2006 le fue concedido el Premio Nobel de la Paz.
Desde entonces, muchos emprendedores sociales han seguido el camino de Drayton o Yunus. Actualmente, más de 40 millones de personas y entidades en todo el mundo pueden encuadrarse dentro de esta categoría, según los datos de B Corporation, la corporación que se encarga en Estados Unidos de certificar que un emprendedor social reúne todas las condiciones para serlo. Muchos de ellos se encuentran en Asia, especialmente en India y Bangladesh. Rashmi Bansal es una autora india que acaba de publicar Tengo un sueño, el tercero de sus libros dedicados a emprendedores sociales. En él, refleja 20 historias de personas ordinarias capaces de cambiar la realidad que les rodea con su fuerza de voluntad y su visión innovadora. Entre ellos está Bindeshwar Pathak, fundador de Sulabh International, una organización dedicada a defender la dignidad de aquellos encargados de la limpieza de los urinarios públicos en India. Pathak ha conseguido convertir su idea en una próspera empresa con 20 millones de dólares de beneficios anuales. “Lo más importante”- asegura Pathak- “es que el dinero pueda llegar a aquellos que más lo necesitan. Lo más sorprendente es que, ¿quién iba a pensar que se podía crear un negocio a partir del mantenimiento de los urinarios?”, afirma. Y es que una de las fortalezas de los emprendedores sociales es la capacidad de crear un negocio con vocación social donde otro solo vería una idea descabellada.
Pero la acción de los emprendedores sociales no se circunscribe a los países pobres o en desarrollo. Si hay un país en el que el carácter emprendedor forma parte de su ADN nacional, ese es Estados Unidos. Desde que el término se popularizara a mediados de los 90, se ha convertido en uno de los países occidentales, junto a Reino Unido, en los que han surgido más emprendedores sociales. Entre ellos tenemos a Alan Khazei, fundador de City Year, una organización que ofrece a jóvenes de entre 17 y 24 años la posibilidad de involucrarse en servicios a la comunidad o a Pamela Hartigan, manager de la Fundación Schwab, que persigue la promoción de emprendedores sociales como un elemento clave para avanzar en los problemas sociales.
Precisamente la Fundación Schwab, creada por Klaus Martin Schwab, -que antes había fundado el Foro Económico Mundial-, es una de las organizaciones que más ha hecho por fomentar el emprendimiento social a nivel mundial. La Fundación elige cada año los proyectos más relevantes en distintos lugares del mundo. Una de las áreas más pujantes en cuanto a iniciativas de este tipo es América Latina, en la que cinco emprendedores sociales son elegidos por su capacidad “para mejorar la vida de personas en todo el mundo”, según se afirma desde la Fundación Schwab.
Iniciativas similares han proliferado en los últimos años en Europa, donde la figura del emprendedor social ha cobrado especial auge. En Irlanda, donde precisamente la crisis obligó a un rescate financiero, Social Entrepreneurs Ireland elige, desde 2005, a los jóvenes empresarios con visión social más prometedores, lo que ha permitido impulsar un total de 142 proyectos. Otro de los países pioneros en emprendimiento social, Reino Unido, acoge iniciativas como la de Village Capital London, que ha puesto en marcha recientemente un “vivero de ideas” con una dotación de 50.000 libras para los dos mejores proyectos presentados.
El emprendimiento social en España
Es indudable que los reconocimientos otorgados a Drayton y Yunus han puesto el emprendimiento social “de moda”. En un contexto de crisis como el actual, en el que buena parte de la sociedad considera que se está asistiendo no solo a una pérdida del estado de bienestar sino también de los valores que lo sustentaban, los emprendedores sociales son vistos como profesionales responsables, capaces de unir visión empresarial e impacto social duradero en el tiempo.
Si nos detenemos en el caso específico de España, podemos observar cómo el número de emprendedores sociales, pese a haber aumentado en los últimos años, sigue estando por debajo de otros países europeos. Según el Proyecto GEM (Global Entrepreneurship Monitor), en España solo un 0,5% de la población activa trabaja en proyectos de emprendimiento social, frente al 2% que se registra en países como Estados Unidos, Finlandia o Reino Unido. El perfil es de un 64% de hombres respecto a un 36% de mujeres. El rango de edad más habitual se sitúa entre los 25 y 34 años mientras que la mayoría de los emprendedores –un 65%– posee estudios medios o de formación profesional en contraposición con otros países en los que es el segmento de población con estudios superiores el que copa este tipo de iniciativas.
Según el estudio de GEM, podemos observar, además, que en España hay una “gran natalidad” de empresas sociales que, sin embargo, rara vez sobreviven más allá de los tres meses de vida. La situación de crisis económica crea, pues, una situación de difícil salida: el agotamiento de los modelos tradicionales de negocio impulsa a los emprendedores sociales que, sin embargo, sucumben a esa misma situación de fatiga económica.
Pese a todo, el emprendimiento social mantiene un gran atractivo que hace que desde el mundo de la universidad o la empresa se tiendan puentes para promover la innovación o el talento que se les supone a los actores de esta actividad socioeconómica. Con el objetivo de complementar formalmente esta figura y siguiendo el camino comenzado por The New York University con su School for Social Entrepreneurs, la Escuela de Organización Industrial (EOI) ha puesto en marcha en nuestro país un MBA en Emprendimiento Social. Este curso permite proporcionar una especialización como empresario social a los alumnos, haciendo hincapié en los valores de sostenibilidad, innovación y beneficio para la comunidad. Para Rodolfo Lewin, director del MBA, “un emprendedor social es una persona capaz de sacar adelante una idea con pocos recursos”. Eso explicaría porque el concepto, pese a la crisis, está en alza: cada vez se valora más a las empresas o profesionales que sean capaces de maximizar aquello que tienen para conseguir un doble impacto económico y social.
La empresa también va, poco a poco, involucrándose en la promoción de emprendedores sociales en nuestro país. Es el caso de BBVA que, junto a Esade, ha puesto en marcha el Momentum Project, que tiene como objetivo crear un ecosistema para apoyar iniciativas sociales ya en marcha. El proyecto cuenta además con el apoyo de Ashoka, que asesora y aporta su conocimiento sobre la materia. Una decena de emprendedores sociales ha recibido hasta ahora formación no solo de las empresas y entidades organizadoras sino de otras que se han querido sumar como Inditex o DKV. Entre los emprendedores elegidos están Catering Solidario, una empresa sevillana que ofrece trabajo a mujeres maltratadas, o Moltacte, una cadena de outlet, donde el comprador colabora con la integración laboral de personas con trastorno mental severo. Está previsto que el proyecto Momentum se presente en octubre en unas jornadas abiertas a posibles financiadores. La idea empresarial que subyace a todo el proyecto es que invertir en estos emprendedores sociales puede ayudarnos a salir de la crisis. Para Alfred Vernis, director de programas universitarios de ESADE y uno de los impulsores de la iniciativa, “no se trata únicamente de crear empresas sociales: estos proyectos pueden crear nuevos puestos de trabajo en momentos de dificultad como el actual”. O quizá cambiar la industria de la pesca de arriba abajo, tal y como pronosticaba Drayton.
Los emprendedores sociales no quedan satisfechos ni dando un pescado a alguien ni enseñándole a pescar. Son personas que no van a descansar hasta haber revolucionado por completo la industria de la pesca”.
La frase pertenece al estadounidense William Drayton, presidente de la Fundación Ashoka, cuya trayectoria fue distinguida el pasado 8 de junio con el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación. El jurado de los premios reconocía así la labor de proselitismo de Drayton en favor de los llamados “emprendedores sociales”, término que él mismo acuñó en 1972. El fallo destacaba como novedad y valor añadido el hecho de que Drayton no solo apoye a las personas en sus proyectos sino que base dicho apoyo en criterios de sostenibilidad económica, lo que nos pone sobre la pista de qué es el emprendimiento social.
Con su labor al frente de Ashoka, Drayton dio una vuelta de tuerca al concepto tradicional de intervención social introduciendo una variable empresarial. Para él, los emprendedores sociales son personas individuales que ofrecen soluciones innovadoras a alguno de los problemas sociales más acuciantes. Es decir, personas que persiguen un fin social pero que utilizan métodos asociados tradicionalmente al mundo de la empresa para lograr dicho objetivo.
Uno de los emprendedores sociales que ha alcanzado un mayor reconocimiento es el bengalí Muhammad Yunus, también conocido como “el banquero de los pobres”. En un país como Bangladesh, uno de los más pobres del mundo, una práctica extendida es la del préstamo de dinero por parte de poderosos terratenientes a personas con escasos recursos económicos. Frecuentemente, esos préstamos se conceden con cláusulas abusivas que incluyen intereses desproporcionados y contraprestaciones de todo tipo, lo que provoca situaciones de dependencia para las personas que solicitan el crédito respecto de las que se lo otorgan. En este contexto, Yunus creó en 1976 el Banco Grameen, con el que ya ha apoyado a siete millones y medio de personas a través de un sistema de microcréditos que permite que los beneficiarios, en su mayoría residentes en zonas rurales, impulsen actividades económicas independientes y creativas. Contra todo pronóstico, el sistema de Yunus ha demostrado ser, no solo valioso socialmente, sino también rentable económicamente y ha sido replicado en todo el mundo. En 2006 le fue concedido el Premio Nobel de la Paz.
Desde entonces, muchos emprendedores sociales han seguido el camino de Drayton o Yunus. Actualmente, más de 40 millones de personas y entidades en todo el mundo pueden encuadrarse dentro de esta categoría, según los datos de B Corporation, la corporación que se encarga en Estados Unidos de certificar que un emprendedor social reúne todas las condiciones para serlo. Muchos de ellos se encuentran en Asia, especialmente en India y Bangladesh. Rashmi Bansal es una autora india que acaba de publicar Tengo un sueño, el tercero de sus libros dedicados a emprendedores sociales. En él, refleja 20 historias de personas ordinarias capaces de cambiar la realidad que les rodea con su fuerza de voluntad y su visión innovadora. Entre ellos está Bindeshwar Pathak, fundador de Sulabh International, una organización dedicada a defender la dignidad de aquellos encargados de la limpieza de los urinarios públicos en India. Pathak ha conseguido convertir su idea en una próspera empresa con 20 millones de dólares de beneficios anuales. “Lo más importante”- asegura Pathak- “es que el dinero pueda llegar a aquellos que más lo necesitan. Lo más sorprendente es que, ¿quién iba a pensar que se podía crear un negocio a partir del mantenimiento de los urinarios?”, afirma. Y es que una de las fortalezas de los emprendedores sociales es la capacidad de crear un negocio con vocación social donde otro solo vería una idea descabellada.
Pero la acción de los emprendedores sociales no se circunscribe a los países pobres o en desarrollo. Si hay un país en el que el carácter emprendedor forma parte de su ADN nacional, ese es Estados Unidos. Desde que el término se popularizara a mediados de los 90, se ha convertido en uno de los países occidentales, junto a Reino Unido, en los que han surgido más emprendedores sociales. Entre ellos tenemos a Alan Khazei, fundador de City Year, una organización que ofrece a jóvenes de entre 17 y 24 años la posibilidad de involucrarse en servicios a la comunidad o a Pamela Hartigan, manager de la Fundación Schwab, que persigue la promoción de emprendedores sociales como un elemento clave para avanzar en los problemas sociales.
Precisamente la Fundación Schwab, creada por Klaus Martin Schwab, -que antes había fundado el Foro Económico Mundial-, es una de las organizaciones que más ha hecho por fomentar el emprendimiento social a nivel mundial. La Fundación elige cada año los proyectos más relevantes en distintos lugares del mundo. Una de las áreas más pujantes en cuanto a iniciativas de este tipo es América Latina, en la que cinco emprendedores sociales son elegidos por su capacidad “para mejorar la vida de personas en todo el mundo”, según se afirma desde la Fundación Schwab.
Iniciativas similares han proliferado en los últimos años en Europa, donde la figura del emprendedor social ha cobrado especial auge. En Irlanda, donde precisamente la crisis obligó a un rescate financiero, Social Entrepreneurs Ireland elige, desde 2005, a los jóvenes empresarios con visión social más prometedores, lo que ha permitido impulsar un total de 142 proyectos. Otro de los países pioneros en emprendimiento social, Reino Unido, acoge iniciativas como la de Village Capital London, que ha puesto en marcha recientemente un “vivero de ideas” con una dotación de 50.000 libras para los dos mejores proyectos presentados.
El emprendimiento social en España
Es indudable que los reconocimientos otorgados a Drayton y Yunus han puesto el emprendimiento social “de moda”. En un contexto de crisis como el actual, en el que buena parte de la sociedad considera que se está asistiendo no solo a una pérdida del estado de bienestar sino también de los valores que lo sustentaban, los emprendedores sociales son vistos como profesionales responsables, capaces de unir visión empresarial e impacto social duradero en el tiempo.
Si nos detenemos en el caso específico de España, podemos observar cómo el número de emprendedores sociales, pese a haber aumentado en los últimos años, sigue estando por debajo de otros países europeos. Según el Proyecto GEM (Global Entrepreneurship Monitor), en España solo un 0,5% de la población activa trabaja en proyectos de emprendimiento social, frente al 2% que se registra en países como Estados Unidos, Finlandia o Reino Unido. El perfil es de un 64% de hombres respecto a un 36% de mujeres. El rango de edad más habitual se sitúa entre los 25 y 34 años mientras que la mayoría de los emprendedores –un 65%– posee estudios medios o de formación profesional en contraposición con otros países en los que es el segmento de población con estudios superiores el que copa este tipo de iniciativas.
Según el estudio de GEM, podemos observar, además, que en España hay una “gran natalidad” de empresas sociales que, sin embargo, rara vez sobreviven más allá de los tres meses de vida. La situación de crisis económica crea, pues, una situación de difícil salida: el agotamiento de los modelos tradicionales de negocio impulsa a los emprendedores sociales que, sin embargo, sucumben a esa misma situación de fatiga económica.
Pese a todo, el emprendimiento social mantiene un gran atractivo que hace que desde el mundo de la universidad o la empresa se tiendan puentes para promover la innovación o el talento que se les supone a los actores de esta actividad socioeconómica. Con el objetivo de complementar formalmente esta figura y siguiendo el camino comenzado por The New York University con su School for Social Entrepreneurs, la Escuela de Organización Industrial (EOI) ha puesto en marcha en nuestro país un MBA en Emprendimiento Social. Este curso permite proporcionar una especialización como empresario social a los alumnos, haciendo hincapié en los valores de sostenibilidad, innovación y beneficio para la comunidad. Para Rodolfo Lewin, director del MBA, “un emprendedor social es una persona capaz de sacar adelante una idea con pocos recursos”. Eso explicaría porque el concepto, pese a la crisis, está en alza: cada vez se valora más a las empresas o profesionales que sean capaces de maximizar aquello que tienen para conseguir un doble impacto económico y social.
La empresa también va, poco a poco, involucrándose en la promoción de emprendedores sociales en nuestro país. Es el caso de BBVA que, junto a Esade, ha puesto en marcha el Momentum Project, que tiene como objetivo crear un ecosistema para apoyar iniciativas sociales ya en marcha. El proyecto cuenta además con el apoyo de Ashoka, que asesora y aporta su conocimiento sobre la materia. Una decena de emprendedores sociales ha recibido hasta ahora formación no solo de las empresas y entidades organizadoras sino de otras que se han querido sumar como Inditex o DKV. Entre los emprendedores elegidos están Catering Solidario, una empresa sevillana que ofrece trabajo a mujeres maltratadas, o Moltacte, una cadena de outlet, donde el comprador colabora con la integración laboral de personas con trastorno mental severo. Está previsto que el proyecto Momentum se presente en octubre en unas jornadas abiertas a posibles financiadores. La idea empresarial que subyace a todo el proyecto es que invertir en estos emprendedores sociales puede ayudarnos a salir de la crisis. Para Alfred Vernis, director de programas universitarios de ESADE y uno de los impulsores de la iniciativa, “no se trata únicamente de crear empresas sociales: estos proyectos pueden crear nuevos puestos de trabajo en momentos de dificultad como el actual”. O quizá cambiar la industria de la pesca de arriba abajo, tal y como pronosticaba Drayton.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por su participación en este Blog