La llamada democracia liberal tiene poco de democrática en tiempos de globalización. Es simplemente la fachada gestional de las políticas del gran capital internacional. Al no concentrar poder político y sostenerse en un pluralismo chirle y formalista, simplemente se somete a los poderes dominantes y convierte a la política en esclava de los poderes fácticos, declaró el filosofo argentino Roberto Follari al diario Página/12 (29 de noviembre 2010), definiendo de manera concisa lo que está sucediendo en Estados Unidos (EE.UU.), Canadá, Gran Bretaña y los países de la Unión Europea UE.
Frente a la crisis financiera se sometieron al capital financiero y adoptaron o están adoptando todas las recetas formuladas por esa oligarquía global, que tienen la “socialización de las perdidas financieras” –hacerle pagar a los pueblos la factura de la especulación- como principal ingrediente común. ...
La imputabilidad de la democracia liberal cesó de existir.
Como con la crisis financiera y ahora con la aceptación de prolongar el recorte fiscal de George W. Bush para los ricos, Barack Obama aprobó una decisión que va acompañada de medidas que a través de la crisis des finanzas públicas de los estados de EE.UU. afectarán brutalmente a los programas de pensiones de millones de trabajadores estadounidenses, como informa el analista de Reuters, James Pethokoukis.
Idénticas posiciones en Canadá, donde un gobierno conservador minoritario amordaza el Parlamento y gobierna a su antojo. … No es diferente la situación en Gran Bretaña, Irlanda, Francia y otros países de la UE, donde el sometimiento al capital financiero y a los poderes dominantes se manifiesta con la adopción –a pesar de las movilizaciones populares- de políticas que llevan directamente a la eliminación del papel gestor del Estado en la economía, a masivas privatizaciones de sectores públicos, y al desmantelamiento de los programas sociales, desde la educación hasta la salud pública, al aumento de la pobreza y la miseria y a una brutal desigualdad en los ingresos.
Jeremy Fox en su artículo titulado “Liderando en subdesarrollo” menciona cómo Gran Bretaña ha logrado caer tan bajo en tan pocos años en la lista sobre el Desarrollo Humano de la ONU (DH-ONU) que en su primer informe situaba en el décimo lugar, detrás de Japón, Canadá y Suecia, y delante de Alemania, Italia, España y EE.UU y que veinte años mas tarde ha caído al vigésimo sexto lugar” y la “trayectoria relativa se ha firmemente mantenido descendente”. Fox concluye en que este deterioro real coincide con las masivas privatizaciones de “nuestra esfera pública y la entrega al por mayor de nuestra economía al neoliberalismo del Consenso de Washington. Lo que hemos presenciado durante este periodo es el abandono del gobierno de su papel tradicional de promoción de la salud, la educación y el bienestar general, y el traspaso por contrato de esas responsabilidades al sector privado”.
La política del subdesarrollo.
“Política de subdesarrollo” es un término que un número creciente de analistas económicos y políticos utilizan ahora para definir las políticas que los países desarrollados están aplicando ahora para satisfacer a la oligarquía financiera, y Fox apunta que si ciudadanos de Gran Bretaña en los últimos 100 años lideraron el mundo en muchos campos, ahora también “somos pioneros en vaciar nuestra creatividad industrial y en entregar la nación a los especuladores financieros”.
Para responder a la pregunta de cómo una nación con una fuerte clase media se transformó en un país controlado por una poderosa oligarquía, Kroll se remite al libro de dos politólogos estadounidenses, Jacob Hacker y Paul Pierson (Winner-Take-All Politics), que detalla cómo a partir de la presidencia de James Carter los grandes intereses lograron cambios en la tributación fiscal que redujeron de 48 a 28 por ciento los impuestos sobre la ganancia del capital, al mismo tiempo que frustraron cambios legislativos para facilitar la sindicalización de los trabajadores: “Uno puede decir que Ronald Reagan tomó la antorcha que le pasó Carter” y continuó modificando la política fiscal de manera que los ricos salieran ganando bajo no importa que circunstancia. El Republicano George Bush (padre) continuó con esta política y fue el Demócrata Bill Clinton quien completó la desregulación del sector financiero cuando facilitó la aprobación de la ley Gramm-Leach-Bliley que eliminó la ley Glass-Steagal, ese “muro que separaba la banca comercial del especulativo sector de las inversiones” y que fue una de las piezas claves del New Deal de F. D. Roosevelt. Las dos presidencias de George W. Bush sirvieron para alcanzar el paroxismo de las políticas que favorecen a los ricos.
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