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martes, 27 de mayo de 2014

Formación para el empleo: una revisión necesaria

El sistema de formación profesional para el empleo está en permanente discusión, con críticas importantes respecto de los resultados materiales producidos. Nos referimos a la formación para los que ya están fuera del sistema reglado de enseñanza, ya sea porque trabajan o porque estén parados. Resulta especialmente importante afrontar la cuestión de fondo relativa a los objetivos y eficacia de las políticas públicas en materia de formación para el empleo. El sistema que ha funcionado hasta el presente deja mucho que desear a pesar de la cantidad de fondos destinados a tales políticas y del elevado número de cursos impartidos.

La eficacia del sistema es común en España y otros países de Europa. Aun con todas las críticas que merezca el sistema actual, debe partirse de tres advertencias previas: En Extremadura el punto de partida es de unos niveles formativos de base inferiores; en segundo lugar que la efectividad de la formación profesional no puede calibrarse sólo en el número de personas colocadas, dado que las oportunidades de empleo dependen principalmente del crecimiento económico; y en tercer lugar, que los malos resultados de la formación para el empleo no deben llevarnos a la conclusión de que ésta resulte innecesaria, ya que existen intensas carencias formativas en la población en edad de trabajar que perjudican la productividad de las empresas y la innovación requiere de una formación permanente de la población ocupada. 

Los problemas del sistema de formación para el empleo se aprecian con independencia del modelo de gestión existente, sea de gestión pública, privada o por parte de las organizaciones sindicales y empresariales. Por ello, se deben romper ciertas prácticas y culturas que están lastrando el sistema. Ante todo se aprecia una escasa cultura de la formación, más allá de lo que se diga públicamente, de modo que ninguno de los agentes y destinatarios asumen internamente su real utilidad. 

El resultado de todo ello es que se organizan cursos de carácter general, que son los más fáciles de ofrecer y que pueden dirigirse a un mayor número de empresas y trabajadores, cuando se constata que son los más ineficaces al tiempo que se muestra que los realmente efectivos son los especializados. En definitiva, no se acaban de tomar como referencia los estudios sobre previsiones de demanda de cualificaciones profesionales para la anticipación de las demandas de formación tanto de los ocupados como de los desempleados. 

La nueva Ley francesa de Formación Profesional es un buen ejemplo del debate abierto en toda Europa, sobre la importancia de la Formación Profesional para el Empleo. La Ley francesa introduce la Cuenta Personal de Formación, por la que toda persona mayor de 16 años, con o sin empleo, dispondrá de 20 horas de formación por año trabajado, hasta alcanzar un crédito de 120 horas, y posteriormente 150 horas. Se trata de una Cuenta Personal no vinculada a un contrato, sino a una vida laboral, unida a la persona y sigue a la persona a lo largo de su vida laboral, favoreciendo su itinerario profesional. Esta cuenta personal, permitirá adquirir competencias, certificados, títulos más prolongados en el tiempo y por lo tanto más útiles para la economía y para los itinerarios profesionales. Para las personas desempleadas que buscan un empleo, la cuenta personal de formación supone medios y el derecho a formarse. 

Como vemos, no existen soluciones mágicas, ni modelos de gestión únicos, pero creemos que para mejorar el modelo de formación para el empleo, la condición del éxito estriba en conseguir compaginar el derecho personal a la formación, con las necesidades del sistema productivo. Aprender lo mejor de cada sistema, mantener lo mejor de nuestra propia experiencia de formación y prácticas en las empresas, debe permitirnos negociar un nuevo modelo de formación al servicio de las personas y de un nuevo modelo de país que necesitamos.

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