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martes, 8 de octubre de 2013

La recesión, cinco años después

El presidente Obama ha declarado días atrás que cuando Lehman Brothers se declaró en bancarrota empezó "la peor crisis de nuestras vidas". Las fotos de los empleados de Lehman abandonando la sede central del banco con sus pertenencias en cajas de cartón se han convertido en el icono de la recesión que afecta a buena parte de las economías del mundo. Aunque la crisis había empezado un año antes, el 15 de septiembre del 2008, cuando el cuarto banco de inversión de Estados Unidos se declaró en quiebra, pasará a la historia como el día en que comenzó todo. Lo que era una crisis financiera atravesó el Atlántico con rapidez y desde entonces ha cambiado varias veces de piel para ser crisis bancaria, luego crisis de deuda - con el rescate de Grecia en mayo del 2010 como detonante -, posteriormente crisis del euro, un poco bastante de crisis política y otra vez crisis bancaria. 

El primer efecto en la economía real, demasiado acostumbrada a trabajar con dinero prestado, barato y a corto plazo, fue la sequía del crédito, lo que contrajo inmediatamente la actividad empresarial y el comercio. Los rescates y nacionalizaciones de bancos tanto en Estados Unidos como en Europa evitaron que el desastre fuera a más y permitieron cierto reequilibrio, que en España se bautizó como brotes verdes. Pero la enorme deuda privada contaminó la pública, y de ahí a la inestabilidad del euro solo había un paso. Superada esa fase, la crisis vuelve a ser bancaria. 

Los efectos más dolorosos de esta larga recesión en España se reflejan en el paro, que alcanza a seis millones de personas, la tercera parte de ellas con más de dos años sin un puesto de trabajo. Los impuestos han subido, las rentas de quienes conservan su empleo han perdido algo más del 15%, mientras que el patrimonio inmobiliario de las familias ha perdido casi un 40% de su valor desde el 2007. La disciplina presupuestaria impuesta desde la Unión Europea no solo obliga a detraer renta disponible con medidas como la subida del IVA, sino que conlleva un ahorro en el gasto público que empieza a dejarse notar incluso en las pensiones. 

Cuando algunos síntomas parecen apuntar una luz al final de un largo túnel aún por atravesar, el país se ha empobrecido de forma ostensible, y este hecho, ya es perceptible nítidamente en las calles más comerciales de nuestros pueblos y ciudades o en nuestros parques y jardines, además de en los bolsillos de cada español de clase meda y trabajadora. Una de las consecuencias de ese empobrecimiento es la mejora de la competitividad de las empresas, lo que favorece las exportaciones. Balanza exterior y turismo son los dos clavos ardiendo a los que se coge el Gobierno para tratar de convencer a la población de que los esfuerzos y las penurias tendrán su recompensa. Y ahora también vuelven a sonar campanas de bajadas de impuestos aplicables en el tramo final de la legislatura. 

Prácticamente todos los expertos en sociología, en politología y en economía afirman que el modo de vida de las familias, la forma de consumo, el mercado de trabajo y los sistemas de protección social, conocidos antes del comienzo de la crisis no van a volver. Por delante, nos quedan años de incertidumbre, de reformas y más reformas, cambios y más cambios. Y nos avisan, como ciudadanos, que cuanto antes tomemos consciencia y nos adaptemos a esa realidad, antes superaremos las adversidades emocionales que ocasiona la crisis.

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