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miércoles, 3 de abril de 2013

Crece la desigualdad, ¿te importa?

Comienzan a abundar los datos que permiten hacer un análisis profundo de los efectos de esta larga crisis económica en relación al bienestar de la ciudadanía, que debe ser el fin último de la economía, y también se conocen datos sobre cómo está afectando el reparto de los sacrificios y de la austeridad en el seno de la sociedad española. El balance no puede ser más comprometido: en renta disponible por habitante nuestro país ha caído a niveles de renta similares a los del año 2002, por lo que ya se puede hablar de una década perdida. En términos de desigualdad, la cosa es aún peor: según los datos de Eurostat, que es la oficina de estadísticas de la Comisión Europea, España es el país más desigual de Europa junto con Portugal, Bulgaria y Letonia (lugares muy alejados de nuestro nivel de renta), y por encima, por ejemplo, de Grecia. 

Dos recientes Informes publicados en España, uno por la Fundación Alternativas y otro por Cáritas, indican las siguientes tendencias principales: que la caída en los niveles de bienestar ha sido mucho más intensa en España que en la mayoría de los países de la Unión Europea; y que se ha ampliado la diferencia de renta entre los ciudadanos españoles de forma acelerada. 

Frente a la idea que se ha tratado de transmitir intencionadamente de que la envergadura de la crisis ha sido tal que sus efectos se han extendido de manera generalizada a todas las capas sociales, los datos son contundentes en sentido contrario: mientras se han hundido las rentas más bajas, las más altas han seguido creciendo, haciéndolo, además, a mayor ritmo que cualquier otro grupo de renta. La pobreza se ha hecho simultáneamente más intensa (o sea más pobreza) y más extensa (afecta a más personas). Son las familias en las que pierde el empleo el principal perceptor de ingresos, las principales perjudicadas por la recesión. 

Se distinguen cuatro grandes causas para que España sea uno de los países más afectados por la desigualdad y la pobreza. El primero, es la espectacular destrucción de empleo: el paro ha crecido nada menos que 18 puntos (de menos del 8% en 2007 al 26,02% en 2012) en solo cinco años. Segundo, que el desempleo entre los sustentadores principales de los hogares españoles ha alcanzado un máximo histórico, pasando en el mismo periodo de un 6% a un 21,4%. Tercero, los muy relevantes cambios en la estructura salarial, pues la distancia entre los asalariados con las rentas más altas y más bajas (empleos temporales, con escasa protección) aumentaron considerablemente. Y por último y no menos importante, pues ello afecta directamente a las políticas públicas, la reducida capacidad del sistema de impuestos y de protección social para combatir el incremento de la desigualdad. 

Recuerdan ambos informes que en la etapa previa a la crisis no se aprovechó la capacidad política para aproximar el gasto social al nivel existente en los países europeos más poderosos y reducir así las brechas ciudadanas, de modo que en el ámbito de la protección social lo que hicimos fue “vivir por debajo de nuestras posibilidades”. Se llegó, por tanto, a la crisis económica con una insuficiencia de las redes de protección para responder al drástico aumento de las necesidades sociales. La cobertura proporcionada ha sido insuficiente para poder contener los menores ingresos derivados del espectacular incremento del desempleo.

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