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miércoles, 4 de abril de 2012

Andalucía, crónica del 25 M

A las ocho de la tarde del pasado domingo, el destino de José Antonio Griñán y Javier Arenas parecía decidido de forma inexorable. El sepelio político del primero estaba organizado: sus críticos en el PSOE estaban dando las últimas puntadas a una sublevación que iba a cuajar en las siguientes horas con la petición de una gestora.


El segundo se disponía a extirpar una dolorosa espina que le mortifica desde hace 18 años: al fin sería presidente de la Junta de Andalucía y se quitaría de encima la etiqueta de sempiterno candidato frustrado. Ya ningún barón o baronesa del PP receloso de su influencia interna podría mirarle por encima del hombro y pensar: “Y tú, ¿a quién has ganado?”

Pero, ay, las urnas juguetearon con la teoría de la predestinación. Griñán, al que se daba por desahuciado, se convirtió hora y media después en un referente del PSOE, en el dirigente socialista que sin discusión tiene mayor poder institucional… en un líder. Arenas, por el contrario, fracasaba de nuevo en su intento de llegar a la ambicionada cima y alimentaba la leyenda de perdedor pese a ganar las novenas elecciones autonómicas andaluzas.

Del artículo de Luis Barbero, "El laboratorio andaluz", publicado en El País Andalucía.

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