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lunes, 25 de julio de 2011

Dinero: mito, corrupción, escándalo...

Artículo de Manuel Vaz publicado en El Periódico de Extremadura.

En la actual crisis económica, el dinero absorbe nuestra atención, se sacraliza como mito y es buscado con ansiedad, pero se convierte en droga cuando su fiebre estimula la ambición.


El dinero lo inventó el diablo, según Noel Clarasó, y patentó el invento. Su posesión, o no, está presente desde la Biblia: el rico Epulón y el mísero Lázaro. Y siempre fue arrogante: "poderoso caballero es don dinero", escribió Quevedo, y seductor, pues somos débiles ante sus zalamerías; interesado: "un general sólo ganará la batalla con dinero", dijo Napoleón; indispensable: ¿a dónde vamos sin cartera...?

El dinero fue siempre como la hiedra pegada al muro, al que adorna, viste y fortalece. Por eso deseamos tenerlo, cada vez más, pero, cual agua salada, cuanto más se bebe, más sed da. "El que tiene un peso, quiere tener dos" y "tanto tienes, tanto vales", dicen canción y refrán, aunque sean las escasas monedas en el platillo de un pobre, hasta las astronómicas cantidades amasadas por una multinacional. Todo vale y nada es gratis: desde un chupa chups hasta el prodigioso códice Calixtino, del s. XII, hoy sustraído ante el asombro de España.

Pero el dinero no es malo, sino que se usa mal y se reparte peor, "cambiando de bolsillos", en frase de Gertrude Stein.

Se habla de sueldos desorbitados y de salarios de hambre, de "astillas" bajo cuerda, de grandes sumas de negro y de maletines que recalifican, ilegalmente, terrenos municipales... Se habla del caché de una figura del toreo, del precio de un ídolo del fútbol, del contrato de la Esteban, o del retiro de oro de un alto jerarca político. Mientras, la prensa del colorín enseña sin pudor imágenes rutilantes de sociedad, con las cifras siderales que gana la estrella de moda, lo que irrita a tantos españoles que no tienen ni para comer.

¡Siempre el dinero! ¿Y eso qué cuesta?, es la pregunta sempiterna. Dinero que ha producido mucha literatura y películas, como "La quimera del oro", de Chaplin, y "Cabaret", de Liza Minnelli. La calle lo vulgariza: fulanito está "forrado", lo banaliza: la "pela" y la "pasta", y lo escenifica: el "sablazo" y el "braguetazo".

Y, con frecuencia, una política rumbosa lo despilfarra, o corrupta, lo malversa. ¿Qué decir de esos ayuntamientos y autonomías, con sus arcas vacías, tras pasar sus dirigentes a la oposición, o sin pasar, como Esperanza Aguirre , que por una u otra razón, ha reconocido no tener ni "un puto duro"? ¿Y qué decir del dinero con que fabrica su poderío nuclear un gobierno del Tercer Mundo, o del que impone silencios, haciendo que éste hable y la verdad calle, o del que se esfuma de un país al llevárselo crudo el sátrapa de turno?

No obstante, es evidente que el dinero, salvo los citados ejemplos, es fundamental para servicio de la comunidad y piedra angular para una vida humana decente, o bálsamo y maná, cuando abren sus manos Cáritas, Cruz Roja, Vicente Ferrer , ONGs, y tantos inestimables centros de acogida.

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