Este mes se han cumplido 25 años de los asesinatos de Desiré, Miriam y Toñi, tres jóvenes adolescentes de 14 y 15 años que fueron atadas, torturadas y agredidas sexualmente antes de ser fusiladas y posteriormente enterradas. Las niñas de Alcasser están en la memoria de españoles y españolas como vivo recuerdo de indignidad y crueldad, y en esta tragedia se compendia mucho del significado de violencia contra las mujeres.
El 25 de noviembre recuerda que la violencia contra la mujer es un obstáculo para lograr los objetivos de igualdad, desarrollo y la paz, que viola los Derechos Humanos. No es un Día para dejarlo correr inadvertido: la violencia machista afecta a toda la población mundial, en cualquier país, de cualquier cultura, raza, creencia y religión; de cualquier edad y nivel social.
Coincidiremos que la educación en valores igualitarios es la mejor arma para luchar contra el androcentrismo que subordina a la mujer frente el hombre, una estructura de relación con múltiples aristas que generan desigualdad y violencia.
Por eso causa perplejidad que entre la juventud española de hoy, la más preparada y con mayores accesos a recursos educativos, haya un 25% que considere normal la violencia contra la mujer en las relaciones de pareja. Y, peor aún, que más de la mitad de ellos y ellas desconozcan y no sepan reconocer nítidamente cuándo se produce una agresión violenta contra la mujer.
En el primer semestre de 2017, más de seiscientas mujeres extremeñas estaban identificadas como víctimas directas de violencia machista. Y en vilo nos tiene encontrar respuestas a las desapariciones forzadas de Manuela en Monesterio y Francisca en Hornachos. Hoy deben sentir que acompañamos a sus familias y allegados en el desconcierto y el desconsuelo. En la mano de cada persona está acabar con esta Sociedad criminal.
Enlace a web Cadena Ser
El 25 de noviembre recuerda que la violencia contra la mujer es un obstáculo para lograr los objetivos de igualdad, desarrollo y la paz, que viola los Derechos Humanos. No es un Día para dejarlo correr inadvertido: la violencia machista afecta a toda la población mundial, en cualquier país, de cualquier cultura, raza, creencia y religión; de cualquier edad y nivel social.
Coincidiremos que la educación en valores igualitarios es la mejor arma para luchar contra el androcentrismo que subordina a la mujer frente el hombre, una estructura de relación con múltiples aristas que generan desigualdad y violencia.
Por eso causa perplejidad que entre la juventud española de hoy, la más preparada y con mayores accesos a recursos educativos, haya un 25% que considere normal la violencia contra la mujer en las relaciones de pareja. Y, peor aún, que más de la mitad de ellos y ellas desconozcan y no sepan reconocer nítidamente cuándo se produce una agresión violenta contra la mujer.
En el primer semestre de 2017, más de seiscientas mujeres extremeñas estaban identificadas como víctimas directas de violencia machista. Y en vilo nos tiene encontrar respuestas a las desapariciones forzadas de Manuela en Monesterio y Francisca en Hornachos. Hoy deben sentir que acompañamos a sus familias y allegados en el desconcierto y el desconsuelo. En la mano de cada persona está acabar con esta Sociedad criminal.
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