Ya hay una primera victoria jurídica para los 200.000 afectados por Afinsa, el negocio que bajo la fachada de la compraventa de sellos derivó en una estafa financiera. Un Juzgado de lo Mercantil de Madrid ha condenado a tres de los principales administradores de Afinsa a devolver 1.825 millones de euros a los acreedores que dejó la firma al declararse en concurso tras ser intervenida judicialmente en 2006.
Se trata de la primera sentencia condenatoria contra directivos de Afinsa como responsables de un “fraude piramidal” que aún se encuentra en fase de instrucción, tras más de ocho años de lucha en los tribunales de miles de afectados que perdieron en torno a 2.000 millones de euros. Ninguno de los procesados se encuentra actualmente en prisión.
Pero pese a la aparatosidad de la condena del juzgado de lo mercantil, se trata de una victoria moral porque los condenados no disponen de bienes para hacer frente a la devolución de esa cantidad, como ya se hizo patente cuando la Audiencia Nacional les impuso fianzas millonarias en su procesamiento en julio de 2013. Algunas asociaciones de afectados han pedido que el Gobierno salga al rescate de los afectados porque el patrimonio de los condenados no cubrirá ni una parte insignificante del perjuicio económico causado.
El negocio de Afinsa se basaba en la presunta revalorización de los sellos que los clientes adquirían cuando suscribían un contrato de inversión por el que recibían intereses elevados, entre el 12% y el 6%, muy por encima del que ofrecían las entidades financieras. El ahorrador invertía un dinero, con el que adquiría sellos, y pasado un tiempo los vendía a la misma compañía. Sin embargo, el negocio filatélico era en realidad una tapadera para una estafa piramidal, porque los sellos que aparentemente respaldaban los contratos o no existían o no garantizaban ni remotamente el capital que los clientes invertían en los mismos. De esta forma, los gestores se veían obligados a captar cada vez más clientes con cuya inversión cubrir el pago de intereses de los clientes más antiguos.
La sentencia basa su condena tanto en la incorrecta contabilización de las cantidades entregadas por los clientes en virtud de los contratos filatélicos (al omitirse en las cuentas el compromiso futuro de restituir dichas cantidades) como en la sobrevaloración de los sellos.
Miles de afectados se manifiestan periódicamente en las principales ciudades españolas para protestar por el retraso judicial y para exigir que la Administración se implique en este problema como responsable subsidiario.
Una vez más nos preguntamos en calidad de ciudadanos acerca de la seguridad que tenemos respecto de determinados servicios y productos financieros. Es de suponer que este tipo de sociedades y las entidades bancarias ofrecen de forma responsable sus productos, sea cual sea la atractiva rentabilidad que ofrecen. En el caso de Afinsa, esta sociedad bastante conocida operaba desde hacía más de 25 años en España, con lo que es de suponer que los supervisores de hacienda tuvieron tiempo de proteger a sus clientes y perseguir fraudes. No han sido los únicos afectados, cabe recordar los compradores de acciones de Bankia. O los compradores de las acciones preferentes de diferentes bancos y cajas de ahorros. Todos ellos son procesos judiciales abiertos, que se eternizan y que son considerados socialmente injustos.
El paso de los años y los testimonios recabados ante distintos juzgados han puesto de manifiesto que las personas afectadas no son culpables de algún tipo de avaricia, sino víctimas de distintos fraudes instrumentados en base a la compleja ingeniería financiera y mala comercialización de los productos por las sociedades financieras y bancarias. Las personas afectadas no han sufrido solamente una pérdida patrimonial. En numerosos casos las consecuencias han sido mucho más intensas e irreparables, pasando por sufrir sentimientos de culpa, situaciones de indefensión en sus derechos, situaciones de ruina económica y pobreza severa, y profundos estados depresivos que en algunos casos les han llevado a quitarse la vida.
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