El PSOE está sufriendo una severa crisis (hubo otras anteriores de igual calado), que cuestionan su capacidad y vigencia en la influencia política. Pero no es el único partido socialista europeo que la padece: Francia, Alemania, Portugal, Grecia..., también aspiran a recuperar el terreno perdido. ¿Cómo es posible, con todo lo que hay que construir, con todo lo que hay que recuperar?, ¿dónde quedó la vocación internacionalista y europeísta?, ¿dónde quedó el modelo económico?, ¿dónde quedaron los derechos de las personas?, ¿qué justifica que no despierte?
La socialdemocracia tiene por sujeto a las personas y por objeto el sistema que sustenta los Estados, esto es, la democracia que regula los gobiernos, la convivencia y la economía. El liberalismo en cambio, tiene por sujeto el capital y los productos y por objeto los mercados, esto es, generar los mejores sistemas que permitan el comercio y el crecimiento económico, independientemente del sistema que sustente a los Estados y de lo que suceda con las personas. Pero la socialdemocracia europea perdió sentido hace ya algunos años, la llegada del nuevo milenio no sentó bien y certificó su senectud. Sus últimas acciones fueron la construcción de la Unión Europea (Tratado de Lisboa); la ampliación de la UE a los 28 que hoy conocemos; los objetivos de la Europa 2020. Pero quedaron en papeles mojados, especialmente con la llegada de la crisis financiera mundial de 2007. Desde entonces agoniza y hay quienes, incluso dentro de la propia socialdemocracia certifican su muerte. Otros, en cambio, preguntan, ¿cómo es posible, con todo lo que hay que construir, con todo lo que hay que recuperar? El PSOE fue, durante el siglo XX, la cabeza más visible de la socialdemocracia del sur mediterráneo: por su fuerza militante, su impulso ideológico, su músculo electoral, por los efectos transformadores del país cuando ha gobernado. Y hoy, ¿qué representa?
¿Dónde quedó la vocación internacionalista y europeísta? La Europa unida actualmente solo contempla la perspectiva liberal, de mercados y capitales. Ha renunciado a la Europa de los ciudadanos, y tampoco hace una defensa a ultranza frente a las debilidades de los sistemas democráticos. La socialdemocracia no es un referente real y alternativo frente a las crecientes amenazas populistas de extrema derecha, ni siquiera es defensora de la paz mundial. En España no somos conscientes realmente de lo que supone esta amenaza en otros países socios. En el concierto internacional la socialdemocracia ya no defiende los derechos humanos (véase refugiados), sus principios (justicia social), ni el orden democrático internacional, y aquí también sucumbe ante los mercados (CETA, TTIP, TISA). Dani Rodrik lo explica claramente cuando habla del “trilema político mundial”, entre el Estado nación, la democracia y la hiperglobalización. Según su análisis solamente dos de las tres premisas son compatibles al mismo tiempo. Es decir, (1) la democracia se debilita en el marco del Estado nación si éste está integrado profundamente en la economía internacional; (2) la democracia y el estado nación son compatibles solamente si retrocede la globalización; (3) la democracia puede convivir con la globalización si se articulan formulas de gobernanza transnacional y se debilita el Estado nación.
¿Dónde quedó el modelo económico? La crisis financiera ha supuesto la contracción de la influencia de los Estados en la economía europea y global. Donde la socialdemocracia siempre defendió el papel regulador en bienes estratégicos (I+D+I, energéticos y tecnológicos, medioambientales y financieros), de corrección de desigualdades estructurales (inversiones en obras públicas, comunicaciones) y facilitador de modelos de bienestar (educación, sanidad, pensiones y prestaciones). Los ajustes de déficits públicos, que hoy se anteponen contra todo lo demás, no han supuesto una disminución de la deuda, al contrario, está más elevada que nunca y la dependencia de intereses externos es aún mayor. El mercado global del capital sigue campando a sus anchas, no hay un ordenamiento de los lobbies, ni siquiera se ha abordado la supresión de los paraísos fiscales.
¿Dónde quedaron los derechos de las personas? Tradicionalmente ha sido la bandera de la socialdemocracia, promovida desde los principios de justicia social, los derechos fundamentales de las personas y la igualdad de oportunidades; históricamente ha denunciado las veces que estos derechos quedaban mermados por efecto de los mercados (el derecho a la vivienda por ejemplo), y reivindicaba la Intervención de los estados para paliar los déficits y desigualdades que éstos generaban. Hoy se doblega más y más y renuncia a esta defensa, no considera la amplitud de significados que representan estos derechos (unipersonales, justicia, salud, educación, trabajo, vivienda), reduciéndolos a prestaciones muy básicas y dejando en manos del mercado y el consumo las opciones a completarlos (las pensiones por ejemplo). La socialdemocracia hoy ni siquiera protege con ingresos básicos garantizados los hogares sin recursos económicos.
En esta relatoría de sucesos, renuncias y abandonos hay honrosas excepciones. Hay muchas razones para creer que la socialdemocracia tiene vigencia hoy día, mucho camino que recorrer. ¿Qué justifica que no despierte?
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