¿Qué te parece si empiezo por reconocer el éxito con el que la Sociedad española (sus gentes, claro) combate esta crisis? No es necesario ¿verdad?
No es necesario recordar cómo ha vuelto a fortalecerse la familia, las relaciones entre vecinos, el apoyo y ayuda mutuos, el que a nadie le falte de nada ni nadie se quede sin ser ayudado... ¿verdad?
Quizá tampoco haga falta que mencione a tantas y tantas organizaciones sociales y civiles sin ánimo de lucro que acompañan, animan, cuidan, trabajan y se desvivien profesional y voluntariamente por los más necesitados, los más vulnerables, los excluidos, los pobres, los que no tienen nada, los que lo han perdido todo... ¿verdad?
Tampoco hará falta que recuerde todas las movilizaciones en la calle, en tantas decenas de calles y plazas de ciudades de España mostrando su rechazo a la esta crisis provocada por especuladores sin escrúpulos que destripan la economía real de nuestro país... Estos que pacíficamente, un día y otro también, se han manifestado pese al frio, el sol, la lluvia, el viento... y que tanta simpatía han despertado en la mayoría ciudadana... No hace falta que recuerde esta muestra de éxtio ¿verdad?
Y sin fuera poco, no conozco nadie a mi alrededor que no acepte la parte responsable de contribuir con su ánimo y su esfuerzo personal, laboral y fiscal a que España incremente sus ingresos colectivos para pagar una deuda que sostenga nuestro Estado de Bienestar... Sí, esos españoles y esas españolas son los mismas personas que se han manifestado en lo que va de año muchas veces, de forma sectorial o colectiva... Son ejemplos de por qué en España podemos hablar de éxito social... ¿verdad?
Ciertamente es justo reconocer todo este esfuerzo, aunque haya algunos que sistemáticamente nieguen lo evidente y se nieguen a reconocerlo. Sí, esos mismos que desean perdidamente considerarlos violentos, antisistemas, antisolidarios, antipatriotas, defraudadores, privilegiados, acomodados, barrigas agradecidas, subvencionados... y griten el ¡¡que se jodan!! siquiera en silencio.
Pero falla España donde siempre: en la mediocridad de muchos de sus políticos.
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